¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como traxieron?
- copla de Jorge Manrique, 1428
Para entender las causas de la Guerra Civil Catalana y sus efectos sobre el porvenir de la Península , uno debe remontarse a principios del siglo XV y al gran vecino de Aragón. Juan I de Castilla y Leonor de Aragón, hermana del rey Martín I el Humano, tuvieron dos hijos varones: el mayor, Enrique, heredó la corona castellana como Enrique III. El más joven, Fernando, pareció destinado a una vida de escandalosa opulencia a la sombra de su regio hermano.
El destino, sin embargo, llamó a la puerta cuando menos se le esperaba. Del otro lado de la península y del Mediterráneo, en la isla de Cerdeña, un ejército catalán al mando del príncipe Martín el Joven, aplastaba finalmente a los Arborea y a sus aliados franco-genoveses en la decisiva Batalla de Sanluri en 1406, poniendo al reino isleño de Cerdeña de una vez por todas bajo dominio de la Corona de Aragón. Sin embargo, la histórica victoria se vio pronto envuelta en tragedia: Martín contrajo la malaria de camino a la batalla y murió en las semanas que siguieron su gran triunfo. Su padre, Martín I de Aragón, no tenía otro heredero varón, por lo que, tras 250 años, el linaje real de Barcelona se extinguió en 1410.
Los Infantes de Aragón
En el interregno que siguió la muerte del rey, varios magnates de las ramas menores de la dinastía se disputaron el trono. Uno de ellos no era otro que el sobrino de Martín I, Fernando de Trastámara. Tras una exitosa campaña política contra los otros candidatos y una breve guerra de sucesión contra los últimos representantes de la línea de Barcelona, la dinastía castellana de los Trastámara finalmente ocupó los tronos de Castilla y Aragón, allanando el camino hacia la unión ibérica - y hacia un drama familiar sin precedentes.
Antes incluso de ser considerado para el trono de Aragón, Fernando ya era poseedor de considerables dominios y rentas en Castilla, que lo convertían en uno de los príncipes más ricos y poderosos de la cristiandad. Su colosal fortuna, que le permitió hacerse con el trono aragonés y rivalizaba con la del propio rey de Castilla, pronto se convirtió en un verdadero problema para este. Antes de su temprana muerte en 1416, a la edad de 35 años, el primer rey Trastámara de Aragón tuvo tiempo de tener cuatro hijos: Alfonso, el mayor, se convirtió en el rey Alfonso IV el Magnánimo, uno de los monarcas más influyentes de su tiempo. El segundo, Juan, recibió la mayor parte de las posesiones castellanas de su padre y casó con Blanca de Navarra, mientras que sus dos hermanos menores, Pedro y Enrique, recibieron cada uno la maestría de las órdenes de Santiago y Calatrava, así como el control sobre los vastos dominios de dichas órdenes en el sur de España.
Juntos, los hijos de Fernando, popularmente conocidos como los Infantes de Aragón, se convirtieron en una fuerza a tener en cuenta. No solo disponían de recursos casi ilimitados, sino que también tenían derecho al trono de Castilla. Aunque la mayor parte de España se encontraba bajo el control de una sola familia, el auge de poderosos duques de sangre real dentro de la casa de Trastámara trajo con él el fin de la paz y estabilidad internas. Se trataba de un fenómeno relativamente frecuente para la época. En Inglaterra, la acumulación dentro de una misma dinastía fue una de las causas de la Guerra de las Rosas. En Francia, los reyes invertirían gran parte de la segunda mitad del siglo XV en acabar con el poder de las ramas menores de los Capetos. En Portugal, las rivalidades entre los duques de la Ínclita Geração resultaron en una sangrienta y afortunadamente corta guerra civil. En Castilla, el fenómeno se tradujo en un conflicto intermitente entre dos facciones que se disputaban el control de los débiles reyes castellanos. A un lado estaban los Infantes y, en el otro, un poderoso grupo de magnates que se formó alrededor del maquiavélico Álvaro de Luna, Condestable de Castilla.
El lodazal italiano de Alfonso
A pesar de sus sinceras intenciones de ayudar y sus amplios recursos como rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo fue de poca ayuda para sus hermanos durante la guerra civil que estalló en Castilla en 1437. El principal motivo era su costoso - aunque a la postre exitoso - compromiso en Italia. Tras casi 250 siglo de expansión marítima, la mayor parte del Mediterráneo Occidental estaba firmemente bajo el control de la Casa Real de Aragón. Conquistadas Mallorca, Cerdeña, Córcega y Sicilia, solo quedaba un último premio con el que hacerse: el rico y poblado reino de Nápoles. Alfonso no reparó en gastos e invirtió los recursos de la corona en una extremadamente ambiciosa campaña para arrancar la principal nación italiana de las manos de la Casa de Anjou.
Nápoles cayó finalmente en manos de Alfonso en 1444. Sin embargo, esta victoria militar no trajo ni paz ni tranquilidad. El esfuerzo había debilitado a Aragón y el resto de naciones italianas resentían a los Catalani - que pronto se convirtió en sinónimo de bárbaro - y su influencia en los asuntos italianos. El partido angevino de Nápoles siguió conspirando contra su nuevo monarca, con el apoyo de Génova y Francia. Este inestable estado de las cosas impidió que Alfonso volviera a sus estados peninsulares, ocupado como estaba intentando defender aquello que tanto le había costado conquistado. Su ausencia sería, además del detonante de infinitos problemas en la Corona de Aragón, el fin de sus hermanos.
Tras décadas de conflicto, el curso de los acontecimientos se volvió en contra de los Infantes. Pedro murió en Nápoles mientras ayudaba a Alfonso, herido de muerte por un tiro de bombarda. Enrique resultó gravemente herido en la Batalla de Olmedo en 1445, y murió de sus heridas unos días después. Muertos los Infantes, el maestrazgo de Santiago cayó en manos de Álvaro de Luna, mientras que la orden de Calatrava fue confiada a uno de sus principales aliados, Pedro Girón. Sin el apoyo de sus hermanos, Juan de Navarra fue incapaz de revertir la tendencia y perdió todas sus posesiones castellanas. Desde aquel momento, su única obsesión sería recuperarse de sus pérdidas y reconquistar aquello que era suyo.
Y aquel era su estado de ánimo cuando Alfonso murió sin heredero en Nápoles en 1458 y él, el último de los Infantes, subió al trono convertido en Juan II de Aragón.
No comments:
Post a Comment